La importancia del nutricionista en la salud

    Podría haber titulado esta entrada como "La importancia del nutricionista en la salud intestinal", pero sería un título un tanto simplista. Una buena salud intestinal va a propiciar un buen estado de salud general, por lo que, a la hora de cuidarse, siempre hay que mirar más allá. Si tu microbiota "enferma", los dolores de tripa acabarán siendo lo de menos; con el tiempo, enfermarás tú. Y, como diría mi admirado Shyamalan, "nadie puede escapar al tiempo". En cambio, sí puedes hacer algo para que el tiempo del que dispones sea de calidad y vivas en un estado de salud óptimo. Siempre habrá cosas que no podamos controlar, pero la alimentación, por suerte, sí. Y ¡sí!, se puede comer rico y natural.


    Por lo general, en los países desarrollados, precisamente en aquellos en los que contamos con más recursos a nuestra disposición, comemos bastante mal. Hemos dado prioridad a la rapidez y a los sabores artificiales. Ya no nos molestamos en nutrirnos, porque preferimos tener el estómago lleno de lo que más nos gusta y no complicarnos demasiado la vida. Y comer y beber (no precisamente agua) hasta reventar, total, luego te tomas un antiácido, de esos que anuncian en la tele, ¿por qué será?, y te quedas tan ancho, ¿verdad? Por supuesto que siempre podemos encontrar el caso de personas que han intentado cuidarse y aún así han acabado enfermando, pero no creo que sea excusa para hacerlo mal a conciencia, porque el día en el que el intestino llega al límite no te va a llegar ninguna notificación por mensajería para avisarte de que estás a punto de cruzar la delicada línea entre la salud y el desastre intestinal. Vas a tener estrés, tóxicos ambientales, enfermedades infecciosas que no puedas evitar, y puede que también falta de ejercicio, pero si al menos te alimentas de forma consciente y responsable, créeme, el daño será menor. 


    
Vaya por delante que no es necesario tener problemas intestinales o caer enfermo para decidirse a acudir a un nutricionista. De hecho, la figura del nutricionista debería estar mucho más presente tanto en la sanidad pública como en las instituciones escolares. Creo que sería una forma eficiente, aunque no inmediata, de aligerar las colas en las consultas médicas y de evitar el aumento de bajas laborales por estados de salud derivados de haber pasado demasiado tiempo haciendo las cosas mal. No obstante, y dejando ese debate aparte, cuando tenemos que lidiar con un problema digestivo la ayuda y apoyo de un nutricionista es fundamental. Además, lo ideal es que esté especializado y que trabaje de forma individualizada. Una fotocopia de alimentos permitidos y no permitidos no es suficiente, se puede encontrar por internet sin necesidad de acudir a ningún profesional. 


    Yo tuve que enfermar para darme cuenta de que necesitaba ayuda para aprender a comer. Puede que ahora estés pensando que me alimentaba exclusivamente de patatas fritas onduladas, refrescos gaseosos, galletitas de chocolate y hamburguesas. Si es así, lamento decirte que te equivocas; no, no comía así de mal, pero sí
tan mal como es normal hacerlo en nuestro sociedad. Probablemente, incluso me alimentase mejor que muchas personas que aún no han manifestado grandes problemas de salud, o que simplemente van capoteando los que tienen con pastillas. La realidad, te guste o no, es que nuestras cocinas se han inundado de toda clase de elementos perjudiciales para el delicado ecosistema que albergamos en nuestro interior. Y el consumo ocasional, de ocasional no tiene nada. Si no, pregúntate qué significado tiene realmente para ti esa palabra, y verás que cuando se trata de comida hiperpalatable, es difícil decir que no. Y cuando estás sano, y piensas que nada puede hacerte daño, es más complicado aún. Si algo bueno me ha aportado este indeseable proceso por el que estoy pasando, es que he llevado a cabo una reeducación alimentaria que se traduce en un beneficio no solo para mí, sino para toda mi familia. 



    Al principio me sentí desolada. ¡Oh, no puedo comer nada! Es el primer choque de realidad con el que se enfrentan aquellas personas que sufren intolerancias alimentarias, en especial cuando están derivan de estados de disbiosis, permeabilidad y/o SIBO que, o bien no tienen aún diagnosticados, o bien no saben cómo empezar a manejar. Puedes ir al médico para que este te prescriba un tratamiento, eso es importante, pero ese médico no sabe si la persona que tiene delante lleva a cabo de verdad una nutrición adecuada, o si realmente le ha dicho que "come sano" porque entre todos los caprichos ultraprocesados también consume aquellas frutas y verduras que le gustan (la variedad es otra asignatura pendiente que debemos reforzar). Así que, si no tienes una buena guía nutricional, la intervención será insuficiente. Recuerda que
hay cosas que no es que no las puedas comer porque estés enfermo, ¡es que no debería comerlas nadie! 


    En mi caso, decidí acudir a Nutrición Maestra, por estar especializada en todas estas patologías. Aunque aún me queda mucho por andar, el cambio que he recorrido con su ayuda ha sido increíble. Pero el primer paso siempre debes darlo tú: si no estás dispuesto a cambiar, tampoco deberías esperar una mejoría. No es ningún drama comer de forma natural, al contrario, es un seguro de salud. Y al final, si lo haces bien, verás que acaba siendo una elección y no tu única opción. Si estás en ello, ¡ánimo!, vas por el buen camino


    
    Y recuerda que siempre hay caprichos naturales para las fechas especiales que nunca van a hacerte el mismo daño que un producto industrial con una larga lista de ingredientes que puedas adquirir en cualquier supermercado. Nadie va a ir a tu casa a cuidar de tu alimentación, ¡toma las riendas y hazlo tú mismo! 




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