Cuando me dicen que estoy a dieta

    No te confundas, intento comer sano, cosa que tú también deberías hacer.  

    Por desgracia, tenemos un concepto equivocado de lo que es estar a dieta. La palabra dieta puede hacer referencia a un determinado régimen alimenticio, al conjunto de alimentos que se suelen consumir, o a la privación de los mismos. En mi opinión, la industria publicitaria dedicada a la alimentación se ha encargado de que relacionemos comer sano con privarnos de comer. Es fácil, te vendo mi producto (que no mi alimento), un producto hiperpalatable que a tu flora intestinal no le va a hacer nada bien y que, además, si sufres de colesterol alto o de obesidad, te obligará a acabar haciendo un "régimen" de privación de alimentos con alto nivel calórico para compensar todos los excesos cometidos durante un tiempo, para luego volver a picar en la compra y consumo de productos poco o nada saludables. Si quieres pensar que no es así, adelante, pero déjame decirte que vives en un engaño. Otra cosa distinta es que lo sepas pero, aún así, no seas capaz de salir del bucle. Es comprensible, yo tuve que enfermar, como sabes, para dejar de comer basura. Y para aprender a comer VARIADO, y en las cantidades y horarios adecuados. 

    Todos nosotros hemos estudiado el funcionamiento del aparato digestivo en el colegio pero, realmente, solo desde un punto de vista mecánico (y muy básico, evidentemente). La realidad es que nuestro cuerpo va a reaccionar a lo que ingiramos de un modo o de otro dependiendo de qué microorganismos (tanto en tipo como en cantidad y localización) nos habiten. Esos microorganismos también necesitan alimentarse para vivir. El problema es que como nadie nos ha explicado esto, a lo sumo sabemos que la flora es importante, y para mantenerla en buenas condiciones pensamos que comer esos yogures que nos anuncian en la tele, esos que se toma el famoso de turno porque antes no iba bien al baño, es más que suficiente. ¡Error garrafal! Todo lo que entra por tu boca va a tener un impacto sobre tu flora intestinal, absolutamente todo. Y eres tú quien decide a qué bacterias quieres alimentar: a las que favorecerán que tengas una buena salud, o a las que, con el paso del tiempo, provocarán desagradables desajustes en tu organismo. 

    Llegados a este punto, voy a poner un sencillo ejemplo que seguramente te resulte familiar. Cuando consumimos azúcar en exceso, automáticamente vamos a pensar que nos hará engordar y que vamos a correr un mayor riesgo de desarrollar diabetes, pero en ningún momento vamos a caer en que, de hacer esto, también vamos a alimentar y a favorecer el sobrecrecimiento de microorganismos patógenos que pueden traernos muchos problemas, ¿verdad? Pues ese es el gran bache que tenemos que saltar para dejar de pensar que los buenos hábitos alimenticios no son más que una privación de alimentos. CAMBIA EL CHIP. Yo no me privo de nada. YO DECIDO, Y YO ELIJO. Eres tú el que no elige, porque ya está decidiendo otro por ti. Ese que te dice que esa bebida burbujeante es lo más refrescante que podrás encontrar en el planeta. Ese que te dice que tu estupenda ensalada estará más rica si le añades su salsa especial (y tú se la añades y te cargas tu ensalada 🙈). Ese que te dice que lo que pega ahora es un snack crujiente que viene envuelto dentro de una bolsa de plástico decorada con imágenes de comida real (porque lleva aroma a tomate) y un montón de colorines (cuanto más llamativo mejor, ¡hay que vender!). Ese mismo que te dice que te tomes otro copazo. ¿Todavía sigues pensando que tú mandas sobre tu alimentación? 



    Cuando tratas una patología digestiva, sobre todo si tus síntomas son generados precisamente por intolerancias alimentarias (puede ser que tu intestino esté tan inflamado que tus enzimas digestivas no puedan trabajar correctamente), no queda más remedio que hacer dietas de eliminación. Normalmente, si todo va bien, estas dietas serán temporales y, paulatinamente, se llevará a cabo una reintroducción de alimentos. Pasa, por ejemplo, con la fructosa. A veces, esta intolerancia es provocada por un sobrecrecimiento de bacterias en el intestino delgado (SIBO), y así, cuando consumes alimentos ricos en ella sufres una sintomatología muy molesta. Pero, normalmente, al tratar y eliminar el SIBO, esta intolerancia tenderá a desaparecer y tú podrás reintroducir y consumir sin problema alimentos que, hasta entonces, te habían estado sentando mal. ¿Lo ves? No siempre es o todo o nada. Pero, patologías digestivas fuera, obviamos algo que, más tarde o más temprano, nos va a acabar repercutiendo en la salud de una forma o de otra. Si estamos hartos de escuchar que somos lo que comemos, ¿por qué narices no hacemos caso a eso? Te lo diré: porque somos adictos, adictos a la comida convertida en producto. Yo lo era, y no quería reconocerlo.

    Para terminar, voy a hablar sobre la felicidad. Pensarás que no tiene mucho que ver con esto, pero sí que está muy relacionado. Como ya he explicado en otro post, yo "aprendí a comer" con la ayuda de una nutricionista, Nutrición Maestra, a la que llegué tras saber que tenía un problema en la microbiota (comúnmente llamada flora intestinal). Evidentemente, lo primero y fundamental fue aprender a comer evitando procesados y ultraprocesados, y diciendo adiós a al azúcar añadido. ¿Fácil? Para nada cuando estás enganchado. Esto es el típico "lo dejo cuando quiera". ¡Y un rábano! No es tan fácil dejarlo, si no pregúntate qué falta te hacen a ti muchos de los productos alimenticios que consumes, como las bebidas carbonatadas y los heladitos industriales de después de comer en las tardes de verano, las salsas, cuanto más densas y sabrosas mejor, y el exceso de productos lácteos edulcorados y ultra-mega-súper-elaborados de los que te inflas a diario y que distan mucho de los reamente beneficiosos para la salud. Pero "como tú no notas" (en el momento actual) que te caigan mal, y "lo dejas cuando quieras", pues ahí sigues, a lo tuyo. Déjame decirte que a mí, cuando empecé a estar mal, me caía peor una manzana que una galleta (industrial) de chocolate. La manzana me daba diarrea y la galleta no. Además, tenía ansiedad de dulce, no de fruta. Era feliz comiendo mal, y que las frutas y verduras empezaran a caerme cada vez peor, hacía que me reafirmase en mi propio error. Finalmente, cuando tuve que cambiar mis hábitos de forma forzosa, aprendí a apreciar el sabor de la comida de verdad, las texturas y los olores. Incluso la cantidad, no se trata de comer por comer, ni de beber por beber. Eso es lo que quiere el anunciante, no tu organismo. Tu organismo quiere que lo cuides, que te mantengas saludable y que aprendas a ser feliz comiendo bien. Porque, cuando tú felicidad depende de lo que comes, quiere decir que hay muchos huecos en tu vida que deberías reorganizar. Quizá es el contexto el que cojea, y no tu menú 🙉.

    En conclusión, sí, se puede ser feliz comiendo saludablemente. No, no siempre es restricción, pues cuando de verdad empiezas a ser feliz con tu vida, se convierte en una elección. La mejor elección que puedas hacer para tu futuro. 

    Y ¡Sí! También es una opción deliciosa cuando aprendes a combinar los alimentos y a dejar de comer siempre lo mismo ¡Que no te engañen más! 

    

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